Nació en Sucre el 25 de julio de 1874, este 2024 se recuerda 150 años  de su natalicio.

Jaime Mendoza Gonzáles ha sido uno de los más lúcidos pensadores y visionarios de la primera mitad del siglo XX. Desde su rol de médico, geógrafo, historiador y poeta labró su obra en procura de construir un país con justicia social y bienestar para los bolivianos. Sin temor a equivocarse, su pensamiento –en tono de urgencia- está vigente y llama a continuar los derroteros que lo animaron.

Sin la pretensión de escudriñar su biografía, menos aún realizar una valoración a su extensa producción bibliográfica, este articulo concentra su esfuerzo en relacionar dos ensayos de Mendoza sobre la Universidad de San Francisco Xavier, ambos producidos en periodos distintos de la historia nacional: 1924 el primero y 1938 el segundo. Si bien ambos fueron escritos con un dejo de homenaje a esta institución de educación superior, se nota el espesor de su pluma reflexiva y crítica.

Cada ensayo enfoca su atención en explicar los elementos que componen la identidad de la Universidad de San Francisco Xavier (sin decirlo explícitamente), que cobraría sentido en tanto  mantenga vinculación con los destinos de la ciudad de Sucre; en otros términos, defiende categóricamente la relación intrínseca entre el carácter cultural y natural de la ciudad de Sucre con la premisa educativa de la Universidad; a esta relación histórica la denomina “Sucre, ciudad universitaria” que condensa el rumbo por donde deben transitar los destinos de Chuquisaca y la Casa de Estudios Superiores.

Para intentar comprender esta idea, es preciso ubicar cada ensayo en el contexto en el que fue producido, distinguiéndose en ellos la avidez de su verbo interpelador y combativo.

El primer ensayo “La Universidad de Charcas y la idea revolucionaria” (1924), fue leído por Jaime Mendoza en la Casa de la Libertad en ocasión de conmemorar los tres siglos de fundación de la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca, el 27 de marzo de 1924. Por la validez historiográfica y la calidad de su estudio, Jaime Mendoza fue premiado en dicha oportunidad con la Medalla de oro de la Universidad, a más de publicar este documento junto con el ensayo de Ignacio Prudencio Bustillo “La Universidad bajo la república”.

El segundo trabajo fue publicado en 1938, meses antes de su deceso (26 de enero de 1939) “Chuquisaca, ciudad universitaria”, como parte de un libro de homenaje a los 314 años de fundación de la Universidad, que incorpora además la obra “Los estudiantes” y el poemario “El poema de Santiago”.

La Universidad de Charcas y la idea revolucionaria

La introducción de este texto es elocuente y emotivo; sus dotes de historiador y poeta son recreados elocuentemente al explicar la motivación que lo impulsó a narrar la historia de la Universidad y desvelar sus entrelineas. En eso, el autor de El Macizo boliviano (1935) hace una digresión al dedicar este ensayo a su hijo Gunnar en quien identifica “no obstante de su tierna edad” su inclinación por los estudios históricos. A él se dirige y -a manera de recomendación- le pide no olvidar a quienes transitaron por la Universidad de Charcas y supieron imprimir las páginas más gloriosas de la historia del país.

“Y si llegas a la Universidad, acuérdate que por ella pasaron también los tuyos. Piensa que allí estuve yo. Y piensa que allí estuvieron mis hermanos Raúl y Germán. Y remóntate aún más: piensa que por allí pasó mi padre, tu abuelo José María. Y piensa en fin, que por allí mismo, ya en la Universidad republicana, pasó también tu bisabuelo José Manuel, hijo de aquel español Pedro Mendoza, cuyo recuerdo se pierde en la colonia.

Pero más aún: llevando tus ojos mucho más lejos de este grupo familiar, piensa chiquillo, con reverencia y simpatía, en esos otros antepasados  gloriosos que desde la Universidad, supieron con su talento y su energía forjar la imagen de esta patria en que nacimos y a la que debemos siempre amar por más que en ella tengamos mucho que sufrir”. (1924:Pág. 4).

En la primera parte del ensayo despliega los antecedentes fundacionales de la Universidad, deja ver que detrás de las motivaciones religiosas subyace una clara intencionalidad política expuesta en la Cédula Real de creación de la Universidad “para mayor exaltación de la fe católica y triunfo de la justicia en el nuevo mundo”, según Mendoza (aunque sin decirlo tácitamente) en estas frases se resume la sustancia política de la colonización “detrás de esas palabras había que leer estas otras. Para la mayor exaltación del dominio de España y triunfo de sus métodos  en el nuevo mundo. La cual nos enseña que dentro del concepto religioso estaba contenido el concepto político”. (Ibíd. Pág. 6).

En la exposición de los antecedentes de fundación, afirma que no fue casual que España haya decidido fundar en la ciudad de La Plata la primera Universidad del Alto Perú. Explica que debido a las características climáticas de esta urbe, no había otro sitio en este territorio que reúna las condiciones para el desarrollo de la educación y la cultura.  “La Plata tenía, desde luego, a su favor el factor  natural. No parecía sino que la naturaleza la hubiese  hecho expresamente para ser una ciudad universitaria. Diríase de su clima, un clima propiamente intelectual. Era la ciudad predestinada”. (Ibíd. Pág. 9). Este concepto es clave en su pensamiento, pero fundamentalmente en su propuesta de desarrollo, decía que Sucre y la Universidad formaban un todo inherente.

En su exposición historiográfica, Jaime Mendoza divide la historia de la Universidad durante el periodo colonial en tres etapas, a saber: Jesuítica, juristas y revolucionaria.

Jesuítica. Según el autor, la presencia de los jesuitas fue gravitante en la colonización, aun más efectiva que la ejecutada a “sangre y fuego” por Pizarro y Almagro, esto porque se acercaron al indígena “vencido” e introdujeron en él la cultura occidental.  “La Compañía de Jesús hizo más que la Corte de Madrid. Desde luego fue más política. Fue también más diestra colonizadora. Y, por último, fue mucho mejor educadora” (Ibíd. Pág. 17).

A su llegada al Alto Perú (entre 1577 y 1603), los jesuitas impulsan la creación de escuelas y centros de enseñanza en la regiones de la Chiquitanía (Santa Cruz), Potosí, en la Villa de la Plata (hoy Sucre), Oruro y La Paz; no obstante, su obra cumbre se alza el 27 de marzo de 1624 cuando el Provincial jesuita Juan De Frías Herrán, funda en la tierra de los charcas la Universidad Real y Pontificia de San Francisco Xavier. La Compañía de Jesús la dirige y administra hasta 1767, año en que el rey Carlos III de España ordena su expulsión de las colonias americanas.   

La herencia filosófica de los jesuitas, transmitida a los universitarios de La Plata durante 143 años, a decir de Mendoza, confluye en lo que él denomina el “Espíritu Universitario” que, en términos sencillos significa el pensamiento crítico que logra introducir subrepticiamente en los estudiantes, o si se quiere, por debajo de la alfombra escolástica que dominaba la época. Esta contundente afirmación se evidencia en las enseñanzas del sacerdote jesuita Suárez, que relaciona los conceptos de soberanía y derecho, con los de libertad. “La soberanía no reside en ningún hombre en particular, sino en la colectividad de hombres o sea en el pueblo. En efecto, todos los hombres nacen libes y ninguno posee naturalmente jurisdicción política sobre otro” (Ibíd. Pág. 14). Esta aseveración, unida a un cuerpo de ideas que rompe la lógica del paradigma dominante (la escolástica), sirve de guía a los Doctores de Charcas y a los procesos revolucionarios que desencadenan en la independencia de las naciones americanas.  

La etapa Jurista está relacionada con la creación de la Real Academia Carolina (1776), que fue una institución de práctica jurídica dependiente de la Real Audiencia de Charcas; con todo, mantuvo una relación estrecha con la Universidad. De la Academia Carolina surgen los Doctores de Charcas, ahí aprenden el arte del silogismo, de la réplica y dúplica desde donde asumen estrategias discursivas y políticas que ponen en vilo la legitimidad del poder español.

“…ellos son los forjadores del plan primitivo, el único que en las circunstancias podía dar alguna probabilidad de buen éxito. Ellos son, en suma, los autores de la revolución (…) solo tenían su intelecto sutil, su verbo copioso, su astucia incomparable”. (Ibíd. Pág. 33).

En la sección conclusiva de este ensayo, Jaime Mendoza afirma que España, al fundar la Universidad de San Francisco Xavier, obra contra sí misma. El plan real de hacer de la Universidad un satélite para la extensión del dominio político en América, resultó en los hechos un fiasco. “A fuerza de discernir y cavilar los universitarios acabaron por persuadirse de que el yugo de la Corona española era injusto y degradante y sintieron la necesidad de aliviarse de él, y para hacerlo opusieron ante ella -como los hijos precoces y resabidos ante una madre exigente- los  más espaciosos argumentos demostrando así que no en vano habían asistido a las aulas universitarias”. (Ibíd. Pág. 43).

Desde la publicación de este primer ensayo (1924) y el segundo (1938) acontecen en Bolivia y la Universidad muchos hechos que trastocan las raíces de sus problemas estructurales. Sin afán de profundizar en el análisis de ese contexto, solo se citarán dos hitos que no pueden dejar de nombrarse: la promulgación de la Autonomía Universitaria (1930) y la Guerra del Chaco (1932- 1935).

La palabra precisa y certera de Jaime Mendoza no estuvo ausente de esas circunstancias, en 1925 propulsa y asesora a la reconstituida Federación de Estudiantes de Chuquisaca que emite ese año el “Manifiesto a Chuquisaca”, en él se incluye la demanda de Autonomía Universitaria; dos años más tarde (1927), participa junto a un grupo de docentes universitarios en la redacción del Proyecto de Ley de Autonomía Universitaria, presentado después por el rector Enrique Riverín al Congreso Nacional. En 1928, la Federación Universitaria Boliviana (FUB), durante el primer Congreso de Estudiantes (Cochabamba 1928) nombra a Mendoza “Maestro de la Juventud Boliviana”, en reconocimiento a su labor intelectual que forja el concepto y la propuesta de Autonomía para las universidades.

Promulgada la Autonomía Universitaria y el Estatuto de la Educación Pública, el 25 de julio de 1930 por la Junta Militar, el nuevo gobierno plantea a las organizaciones estudiantiles de las universidades del país enviar ternas para que el ejecutivo designe a los rectores de manera interina, entretanto los consejos universitarios aprueban su normativa interna con base en el Estatuto de la Educación Pública y los principios de la Autonomía Universitaria.

Dicho esto, los periódicos de la época plantean varios nombres en consulta con los personajes más destacados de la opinión pública,  en ese contexto surge el nombre de Jaime Mendoza que en los hechos fue respaldado por la Federación de Estudiantes. Coincidentemente, también recibe la postulación de la Universidad de Oruro; empero, estaba claro para el autor de Páginas Bárbaras (1914) que ser rector de la Universidad de San Francisco Xavier  representaba un honor y un privilegio porque significaba a la vez servir a Sucre, la ciudad que tanto amó,  donde se había hecho la familia Mendoza.

Ocupa el cargo de agosto a octubre de 1930, tiempo suficiente para constatar que la implementación de la Autonomía no pasaba por la idealización de esa conquista ni siquiera dependía de la voluntad de los estudiantes, el problema educativo en Bolivia requería cambios estructurales que, por sí sola, la Universidad no podía asumir. Entre sus principales acciones, demarca haber impedido el cierre de la Facultad de Medicina de Sucre, tal cual establecía el Estatuto de Educación Pública. Gracias a sus gestiones ante el asesor del Ministerio de Instrucción,  Daniel Sánchez Bustamante que, dicho sea de paso, fue el autor de ese Estatuto, Mendoza hace comprender el gran aporte a la nación de la facultad de Medicina, destacando además que fue la primera institución formadoras de médicos incluso antes de la fundación de la Patria.

Otro hito importante de su corta gestión tiene que ver con la organización y tratamiento consultivo del primer Estatuto Orgánico de la Universidad en el periodo autonomista, aprobado y puesto en vigencia siete años después (1937). En octubre de 1930 es proclamado candidato a senador por las provincias de Chuquisaca. Como resultado de las elecciones de enero de 1931, asume la senaduría por este departamento.

La Guerra del Chaco fue el escenario que vislumbra la ausencia del Estado en las regiones alejadas de los centros urbanos más importantes de Bolivia, a más de evidenciar las contradicciones culturales internas, los altos indicadores de analfabetismo, la pobreza extrema, la exclusión y discriminación del indígena y de la mujer de los asuntos nacionales; en esa circunstancia, Jaime Mendoza plantea “Pisar fuerte en el Chaco”, no desde un enfoque belicista como el impuesto por el presidente Daniel Salamanca, más bien se refiere a la necesidad de sentar soberanía en esa región a partir de la vertebración caminera. “Bolivia debe pisar fuerte en el Chaco; pero no precisamente con el sable y el fusil, sino con la picota y el riel… Bolivia debe ante todo hacer caminos. Eso a nuestro juicio vale más que la misma instrucción en la hora actual para Bolivia. La instrucción sin la comunicación nos parece una paradoja. Ojalá hubiera en Bolivia algún gobierno que solo se ocupase de caminos entre todos los rincones. Ese gobierno echaría las bases de una verdadera nacionalidad” (1932, citado por Alfredo Seiferheld. Asunción, 2007). Desde esa mirada, se opuso desde un inicio a la conflagración con Paraguay, por cuanto la guerra únicamente trae dolor y más pobreza para los bolivianos, decía.

En el plano estrictamente universitario, propuso el cierre de la Universidad de San Francisco Xavier mientras dure la guerra porque -en los hechos- los docentes y estudiantes estaban en las arenas del Chaco no como universitarios, sino como bolivianos, es así que propuso al rector Claudio Rosso habilitar el edificio central de la Universidad (en construcción) para el cuidado y restablecimiento de los heridos de guerra.

“Los bolivianos debemos echar a los paraguayos  de nuestro territorio, pues a echarlos. He ahí también el objetivo al que deben concurrir los postreros guardianes de la vieja casa de la ilustre universidad. Nada de simulacros, nada de fachadas, nada de ficciones. La patria está en peligro, ese es el hecho y, por lo mismo, en peligro está el mismo hogar universitario. Entonces, si se quiere que ese organismo siga funcionando en el futuro, (la universidad) debe enderezar su acción por otras vías. Por eso me permití ayer hacer algunas sugestiones al señor rector y al Consejo Universitario, en lo referente al local mismo destinado a la futura universidad (hoy edificio central de la Universidad), debe transformárselo por el momento en un albergue, un hospital para los evacuados y enfermos del chaco. Los elementos humanos que integran el personal universitario se hallan obligados, si no han de ir al teatro de la operaciones (la guerra) deben prestar  su decidido concurso en la organización de la defensa de la retaguardia” (01/1935: Periódico La Prensa- Sucre). Esta solicitud fue rechazada por Rosso y posteriormente por el Consejo Universitario.

Luego de pasear brevemente por esos antecedentes, es el momento de ingresar de lleno al segundo ensayo.

Chuquisaca (Sucre), ciudad universitaria (1938)

Jaime Mendoza, cuando se refiere a  Chuquisaca lo hace en mención  al primer nombre que recibió la ciudad de Sucre por los españoles a su llegada a este territorio, fundada después como Villa de La Plata, en 1538. Entonces, el título de este texto debe leerse como “Sucre, ciudad universitaria”.

Mendoza retoma en este ensayo dos conceptos fundamentales de su pensamiento: “Sucre, ciudad Universitaria” y “El Espíritu Universitario”, en el primer caso, se trata de la esencia que habría influido en los  españoles para fundar en esta urbe la primera universidad de Charcas; el segundo concepto más bien tiene que ver con el legado de los jesuitas que sirvió de  motor –de llama interna, si se quiere- para interpelar al Estado colonial y plantear la independencia. Ambas ideas las remoza y las vuelve a esbozar después de mirar con ojos críticos la Universidad autonomista y lo que quedaba de ella después de la guerra del chaco.

Su análisis afirma que el Estatuto de Educación Pública, que transfiere a las Universidades la administración y dirección autónoma de la educación superior, reconoce la importancia de la Universidad de San Francisco Xavier al devolverle su protagonismo en el contexto nacional con la denominación de “Universidad Central de Bolivia” de la que dependían las universidades de Potosí, Oruro y Santa Cruz. Así también, se crea el Consejo Supremo Universitario (semejante al Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana) designando a Sucre y la Universidad chuquisaqueña como sede de este órgano de coordinación nacional, presidido por el rector de la Universidad Central.

Delegar a San Francisco Xavier la conducción de la formación universitaria nacional, no significa otra cosa que reconocer a Sucre –y no a otra ciudad- como la capital de la educación y la cultura; por eso mismo, capaz de conducir la educación e irradiar el Espíritu Universitario. La vigencia formal de la Universidad Central y el Consejo Supremo Universitario de Bolivia se extendió hasta en 1938, cuando se promulga la nueva Constitución Política del Estado que estable la igualdad jerárquica entre cada una de las universidades. No obstante, es oportuno aclarar que a más de algunas reuniones y disposiciones administrativas, la Universidad Central solo fue nominal; de igual forma, el Consejo Supremo Universitario, a más de una pocas reuniones en 1931, no tuvo mayor trascendencia, disolviéndose en los hechos durante la guerra del Chaco.

En ese ínterin, Jaime Mendoza compartió con Sánchez Bustamante sus reparos sobre la practicabilidad del Estatuto en el escenario nacional. El tiempo le dio la razón.

Las consecuencias de la contienda bélica afectaron irremediablemente al Espíritu Universitario, asegura el autor de “La Tragedia del Chaco” (1933), ya no quedaba nada de él que sea capaz de restablecer el sentido de la Autonomía Universitaria; en su opinión, en esos años comenzó la tragedia universitaria. “Y una vez alejado de la Universidad, no me quedaba más que contemplar lo que he llamado su ‘tragedia’. En efecto: el nuevo Estatuto no había tenido la virtud de infiltrarle mayor vitalidad. No estaba rodeada de la comprensión debida ni aun entre el público relativamente ilustrado (…) Después reventó la guerra del Chaco y con ella culminó el desastre universitario (…) Y cuando pasada la guerra vino la restauración, prosiguió la tragedia universitaria”. (1938: Pág.9 – 10).

En efecto, en la contienda bélica murieron aproximadamente 50.000 universitarios de San Francisco Xavier; los que retornaron, ya no eran los mismos, “eran otros tantos cadáveres en el orden moral”. A esto se suma la propagación en Sucre de la peste blanca (tuberculosis), como consecuencia de que esta ciudad fue escogida para la concentración de enfermos que llegaron del Chaco; entonces, los que se libraron de morir en el campo de batalla, en Sucre terminaban sus últimos hálitos de vida.

“Y en cuanto a la Universidad, en Sucre, otra peste peor que la blanca había hecho presa de la noble institución. En el hecho, los intentos de Sánchez Bustamante iban de fracaso en fracaso. El Estatuto estaba cuarteado. El Espíritu Universitario, ya decaído antes de la guerra, ahora estaba ausente  de la mansión histórica y famosa. En cambio, predominaba la frivolidad, el hacer las cosas de cualquier modo, la pasión por el oropel. Y si esto ocurría en Sucre ¿qué decir de los otros centros de la República donde brotaban, como celemines, simples institutos con el nombre de ‘universidades’? Ya lo dije entonces: fachadas, caricaturas, garabatos”. (Ibid. Pág. 11).

Para entonces, la mayor preocupación de la Universidad estuvo centrada en la falta de recursos económicos que garanticen su funcionamiento. La guerra interrumpió la elaboración del Estatuto Orgánico que debió crear las fuentes de financiamiento interno (se aprobó en 1937). El gobierno nacional no podía entregar recursos si antes no se aprobaba una ley que se refiera de manera concreta al financiamiento estatal a las universidades.  El Estatuto de Educación Pública era muy genérico al respecto y la Constitución Política del Estado solo reconocía la autonomía universitaria; en ese marco, el rector Claudio Rosso, junto con los rectores de La Paz y Cochabamba piden al gobierno de David Toro la promulgación de un Decreto que regule el financiamiento estatal; así lo hizo con la aprobación del Decreto Ley de julio de 1936 nominado “La Autonomía Económica de las universidades”, en él se establecen las fuentes de financiamiento que garantizarían -de algún modo-  las actividades universidades; sin embargo, el decreto deja claro que si las universidades crean nuevos institutos o escuelas (de esa manera se denominaban lo que hoy se conoce como carreras) tenían que correr por su cuenta, pues no habría mayor presupuesto para su sostenimiento, esto limitaba su crecimiento y expansión a otras áreas del conocimiento.

Ante eso, las autoridades universitarias advierten que, en dicha circunstancia, San Francisco Xavier corría el riesgo de cerrarse. Jaime Mendoza sale al paso con otra advertencia, señala que los problemas de la Universidad no se resuelven con dinero. “Que el dinero tiene aquí un lugar especial para ciertos fines, es evidente. Pero lo que hace falta ante todo para la reconstrucción universitaria en Sucre, es el aporte moral, el Espíritu Universitario”, o sea la capacidad de generar el pensamiento crítico, creativo y reflexivo que interpele las estructuras caducas. “Sin él (Espíritu Universitario) aunque se disponga de millones y se realicen cosas estentóreas, de lujo, con grandes facilidades materiales, solo se habrá tocado uno de los aspecto del problema” (Ibíd. Pág. 11 – 12).

Dicho esto, asegura que lo importante en cualquier institución de educación es preservar su esencia, no de otro modo se puede llegar a la modernidad. Como ejemplo de perpetuidad del Espíritu Universitario cita a las universidades de Oxford y Cambridge.

La importancia de conservar y difundir el Espíritu Universitario la enlaza con las proyecciones de desarrollo de Sucre; en otros términos, asegura que el desarrollo intelectual y moral de la Universidad debe ser afín con los caminos que emprenda la región.

“Sucre –lo repito- es un centro privilegiado para el estudio, y si hubiera una mayor comprensión en los conductores de la República, se le daría toda suerte de facilidades, en este orden, en lugar de ponerle guijarros en el camino”. (Ibíd. Pág. 13).

Conclusiones

No se puede revisar la historia con los ojos cerrados, advierte una de  las premisas de Jaime Mendoza; dicho esto, descarta de la historiografía el acento nostálgico y la exaltación maniquea de nombres y hazañas despojados de cuerpo y alma.

Siguiendo ese enfoque, hay que ubicar el contexto social y político el que fueron escritos ambos ensayos; el primero, en 1924, con motivo del homenaje a los 300 años de fundación de la Universidad, lo que le obligó a plasmar en su verbo la inflexión ceremoniosa; con todo, no significó ocultar las entrelineas de la historia universitaria. La primera evidencia de este esfuerzo se manifiesta cuando afirma que la fundación de la Universidad tuvo una finalidad política, de este modo elimina de su análisis la supuesta intencionalidad educativa, cultural o religiosa que pudo tener la corona; asegura más bien que el fin fue político porque hasta ese tiempo la colonización solo concentró sus esfuerzos en la violencia, en la imposición, lo que –por supuesto- no garantizaba la hegemonía y legitimidad del poder español; necesitaba cambiar la mentalidad de la gente, es así que decide instrumentalizar la educación con la fundación de escuelas y universidades “para mayor exaltación de la fe católica y triunfo de la justicia en el nuevo mundo”.

Este propósito no se habría cumplido en todo, porque el “Espíritu Universitario” (el entrecomillado me corresponde) -sembrado por los jesuitas a los estudiantes de la Universidad e irradiado por ellos a la población- entra en contradicción con el régimen monárquico. A pesar de su expulsión (1767) este espíritu no abandona las aulas universitarias, más bien se encarna en los estudiantes. Al margen de las influencias teóricas (racionalismo) y del contexto internacional favorable a los fines revolucionarios, había algo más poderoso incrustado en la tradición universitaria: el pensamiento crítico que luego se materializa en el  Primer Grito de Libertad de 1809, en la Independencia de Argentina, en la guerra de la independencia del Alto Perú y la posterior redacción del Acta de constitución del Estado Boliviano, el 6 de agosto de 1825.

Está línea de análisis no abandona Jaime Mendoza en su segundo ensayo, escrito en 1938; no obstante el ánimo era otro, la Guerra del Chaco caló profundo en el ser boliviano y, como se sabe, fue tenaz en su crítica a las acciones del Estado y de la Universidad a la que caracterizó en ese momento como “Universidad de cartón” (La Prensa: 1935).

 El ímpetu ideal que arrancó la autonomía universitaria se diluyó de a poco hasta mostrar el rostro de las vicisitudes que debía enfrentar, ahí apunta el autor del poema La Universidad (1938) cuando previene que el problema de la educación no se reduce a la falta de recursos económicos, sino a la ausencia del Espíritu Universitario que, luego, lo relacionado con otro concepto vital en su pensamiento: “Sucre, ciudad universitaria”, entendido como el espacio que ofrece las mejores condiciones naturales y sociales para el ejercicio del pensamiento libre, de la academia y la producción científica.

Ahora bien, por los muchos antecedentes que pone sobre la mesa, Mendoza asegura que Sucre –y no otra ciudad- reúne todas las condiciones para que el Espíritu Universitario dinamice la producción intelectual. Entonces,  Sucre al ser, por esencia, la ciudad universitaria, su Universidad tendría que ser el motor que responda, en el plano de la cultura y la educación, a los grandes problemas y desafíos de la nación. En consecuencia, ambos conceptos tendrían que ser transversales a los planes de estudio y a las políticas de desarrollo de la ciudad; de otro modo, no podría entenderse una ciudad universitaria si no fomenta el pensamiento libre.

 

Javier Calvo Vásquez

11 de diciembre de 2024

 

Fuentes:

MENDOZA, Jaime “La Universidad de Charcas y la idea revolucionaria”. Colección 400 facsimilares. Churuquella. 2024. Sucre – Bolivia.

MENDOZA, Jaime “Chuquisaca, ciudad Universitaria” en Homenaje a la Universidad de Chuquisaca en el CCCXIV Aniversario de su fundación. Editorial Charcas. 1938. Sucre – Bolivia.

«La Guerra del Chaco», Alfredo Seiferheld. Asunción, 2007.

«El pensamiento geoestratégico de Jaime Mendoza», Ignacio Mendoza Pizarro. Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. La Paz, 2016.

ABECIA, Valentín Baldivieso: “Contribución científica y cultural de las universidades iberoamericanas en la época de la colonia”. La Paz, UMSA. 1992.

Periódico La Prensa. 1935. Sucre – Bolivia